Hay veces que no estoy de acuerdo con las fabricaciones de mi mente. Mi mente recorre caminos tortuosos sin consultarme y se para en el centro de un túnel donde se atranca a la espera de remolque. A pesar de la enorme facilidad que me brinda cada beso suyo, cada mirada, cada palabra, estoy pasando unos días de desequilibrio, no me centro del todo en mí, estoy desubicada.
A veces mi mente es un paisaje abigarrado de vegetación y color. Y otros una habitación iluminada con un neón amarillento, compartimentalizada con mamparas cutres de tela.
Esta vez el haber encontrado el amor reduce esos momentos pero cuando no estoy con ella me siento torpe y mi mente trasquilada como el pelaje de un gato de centro deportivo.
Últimamente tengo que estrujar la mente para escribir. Tal vez no estoy escribiendo lo que se me ocurre o lo que ocurre.
El transcurrir de los días se centra demasiado en regurgitar el pasado.
Estamos en un taxi cepillándonos la Castellana. Ahora mismo estaría feliz trabajando con mi ordenador, pero estoy llevando a mi hermano al hospital.
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