Él se fue en un barco...

de nombre extranjero. Lo encontré en un puerto al atardecer... Y fue en el puerto de Mahón, Menorca. La sensación de ver llegar el barco mientras esperábamos en el puerto fue increíble. Me inquieté un poco.

Pasamos el día atracados en una zona portuaria de seguridad, porque, en un principio iban a arreglar un tubo hidráulico del ancla, pero al final nada. Y a las 20h de la tarde comenzó todo.

Arrancan motores. Gira el barco (no sé si fue a babor o a estribor). Y salimos al Mediterráneo, a mar abierto.
Cuando arrancó el motor se me engorruñaron los dedos de los pies y no me arrenpentía de no haberme tomado la Biodramina con cafeína. Quería vivirlo todo tal como era.
Como una reina sentada en el barco y saludando a todo quisqui de los yates y viandantes del puerto, que incluso nos fotografiaban.

Así que un complejo de Leti que no podía, comenzaba la aventura, y no envidiaba nada a Marta por haber ido este año en una carroza en el Orgullo. Sí, como os lo cuento, Marta se ha encaramado en una carroza de cruasanes y se ha dado un baño de masas. ¡No quiero ni pensar como la haya visto por televisión su abuelo de Burgos!

Primeras impresiones del barco:
Los olores, las estrecheces de todo, mi... mi.... ay, es que no sé cómo llamarlo, porque una recámara no es, un camarote tampoco, es como un ¡hotel jaula japonés de esos! al que le dedicaré un post a él solito, porque tiene pelendengue. Y quemado. Esto ha sido supongo de los paseos por Mahón.

Sigo luego, que ahora tenemos un simulacro de abandono de barco.