terça-feira, 3 de junho de 2008

1 junio 2008

Intento leer pero no lo consigo, y en su lugar escribo en los libros ...

Miedo me da poner la fecha del tiempo que se escapa entre los dedos. En este tiempo acumulando desengaños y perdiendo oportunidades, tropezándome con mis propios objetos, despeñándome por precipicios mareantes que me producen migrañas y náuseas. Cada vez que me caigo el dolor sacude mi estructura con un golpe seco que deja una impronta que continuará allí durante años y años. Golpes secos en el cuerpo y sacudidas en el alma.

Tengo el alma colmada de llagas y el corazón tambaleándose. Es un dolor sordo que penetra en el músculo y lo inutiliza lentamente. Un dolor que te impide esconderte de ti misma, que te hace darte lástima, que te sacude vigorosamente y te hace daño con saña, no te deja la capacidad de reconstruirte. Es un virus residente en tu sangre: la melancolía eterna. Me han condenado a sufrirte, a saberte mi compañera de viaje, a hablar tan sólo de ti, a saber de ti más que de nadie. Conozco tu lengua de trapo y tus mimos esqueléticos. Eres tierna y suave, cruel e indiferente.


Me levanto con palabras y me acuesto con ellas. Intento traspasar los umbrales del sueño y la vida real entre bambalinas literarias. No se me escapa el sentido de la acérrima crítica: aquí palabra gruesa pero significado fino y esmirriado. Me gusta el devenir de mi pluma sobre el papel y finalmente su legibilidad.

A veces, a trompicones disléxicos pero espero que marching on hacia adelante. Me levanto con los ecos y fueros de los bastidores de los retazos de mis ansias deslavazadas. Dolores musculares, deseos inadvertidos e insatisfechos, refrenados por la falta de acción, sabores encubiertos, la magia de la plasticidad del lenguaje que predomina en el estado inconsciente. Por eso siento la irreprimible necesidad de rellenar los faldones de los libros de garabatos y galimatías en búsqueda de inspiración y reflexión y el perfume de la clarividencia aquiescente.

He extendido mis noches y madrugadas hasta los paroxismos de mi cansancio y deseo continuar en este espacio flotatorio, distante del mundo pero abierto a él, donde crear mi sello en su cruel oxígeno y casar un molde donde rodar libremente con facilidad y recobrar el placer de respirar hondo rondando y retomando mis temas favoritos pendientes de resolución, latentes y reales, más que las certezas que nos brinda el días.

Quiero absorber las formas, sentirme suelta entre sus huecos, armónica con sus carencias, inquieta ante sus ofertas, sensible y sintiente. Ser consciente únicamente de la carga de sinceridad que acumulo, arrumbar mis secretos, cercarlos, propinarles un empuje para pulverizarlos entre suspiros y exhalaciones de posibilidad.

Quiero existir entre pulsaciones y clamores, requiebros, estruendos, quehaceres, simplezas, pasiones y suspiros, confesiones, pugnas del corazón, reflexiones varias, sonidos de relax, vivas imágenes y tesón memorístico, libre y rápido sin retenciones ni desvelos premonitorios. La compañía de la palabra y los desvelos del corazón.


Me gustaría deshacerme de ti, pero no sé qué haría sin tu presencia, quién soy yo. Cuando estás a mi lado me impides recuperarme, resarcirme, desligarme, retratarme. Eres pertinaz, eres una invitada que no me abandona y que nunca se marcha. Estoy en tus manos y ahora quiero inutilizarte. No sé si tengo la batalla perdida de antemano. Ya sé que tengo una cita personalizada y privada con la muerte al final de mi trayectoria, pero por qué he de sentir su sombra cada vez que te acercas a mí. Yo no me creo nada de ti y sé que en el fondo tengo una pócima que me permitiría neutralizarte. Es una fórmula que aprendí hace mucho tiempo, cuando el paso de las horas, los días, los años no me atormentaba. Cuando el futuro no iba más allá de un simple mañana. Cuando podía escuchar los sonidos de la noche y sentirme parte de sus ecos. Cuando no esperaba nada de mí, ni del mañana, tan sólo lo que pudiese esconderse en la siguiente página de un libro. Cuando no buscaba en el exterior, simplemente lo sentía, me rodeaba, me acunaba.

Todos mis intentos por sobresalir en la sociedad fueron siempre inútiles. Yo nací para acompañarme y encontrarle tonalidades a la soledad. Esta soledad no era una soledad trágica sino corpórea, acogedora. Me abría los sentidos, me permitía absorber el oxígeno en una recámara especial de mi pecho.

Estoy intentando escuchar la lluvia. La nevera provoca un zumbido ensordecedor en este silencio. Estoy esperando a que se acalle o a que mi cerebro lo ignore. Busco la forma de sentirme dentro de mí, de escucharme, de perderme, de abstraerme, de recordar esa sensación de auto suficiencia, de sensación agradable, el estar. Cuando salgo a la calle noto una aprensión tremenda. Me siento observada e ignorada al mismo tiempo. Si no hay nadie tengo miedo de los que se esconden tras su sus nocturnos pliegues. No buscaba nada en el mundo exterior que nunca me había entendido. Nada. Todo estaba aquí, cerca. Salir ha sido como volver un guante del revés para convertir sus heridas a flor de piel.

Hay algo que me machaca la consciencia, la voluntad, la personalidad ... ¿Qué es? Estar sola sin salir de aquí. Volver a la ficción. Dejar de ser ambiciosa. Ni dentro ni fuera. Ya lo suficiente. Ahora quiero verlo.

Me miraban con miedo. Todo el mundo quiere algo. Nuestro cuerpo quiere algo. El cuerpo recuerda. conoce su sabor y percibe su olor, su esencia verdadera. El tiempo no existe, sólo hay un ayer y un mañana. Ésas son las únicas unidades del tiempo utilizables. Ese mundo externo está lleno de eventualidades, de peligros, pero lo peor de todo es la pérdida de identidad, de ese pequeño espacio que lo llena todo.

Yo tenía muchas claves: que el transcurso de una hora o de dos no me causaba perjuicio alguno, porque era suficiente tiempo de contemplación. Es maravillosa la sensación de que no quieres cambiar nada porque lo que tienes te llena completamente. Tengo que renunciar al sueño de ir lejos de mí y encontrar lo ansiado fuera. Pero como es un sueño que me aterra de todas formas no me importa abandonarlo. Creo que lo voy a conseguir. Voy en buen camino. No es un viaje hacia alguna parte: ¡Es un regreso!


Trataba a la gente con dureza porque es lo único que sabía hacer. No le salía otra cosa. No podían entenderle pero no tenían más remedio que hacerlo. Y ella no tenía más remedio que hacerlo.

Ese olor dulzón ... ese olor dulzón ... ese olor dulzón ... ese olor dulzón ...

Para estar cerca del subconsciente hay que alejarse del mundanal ruido. La mediocridad personal no importa, no hay que entregarle al mundo nada genial, se puedo utilizar lo que una quiera. Para practicar o para finalizar no hay ni prisa ni necesidad alguna de justificarse.

Lo que me sucede es que cuando me alejo de mis instintos más primarios la melancolía en vez de existir simplemente se convierte en un arma de aniquilamiento personal. Por eso no hay que alejarse demasiado, porque si no el cuerpo entero se resiente. El cuerpo y los sentidos, los sentimientos, las emociones, los latidos y las exhalaciones.

Entonces, mañana: estudiar y clarificar el significado de las nebulosas, la espuma marina del subconsciente, la rápida alquimia del tránsito de alma a mente, de menta a acción hacia terreno intransitado. Revolucionar el habla con la intuición de la sílaba non nata.

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