sábado, 7 de junho de 2008

Hoy y mañana


Estoy intentando volver a mi biorritmo natural, y también dejar de tomar Lamictal al menos durante una temporada. Mi cuerpo sufre bastante, se me resecan los ojos y me despierto cansada y rota. Ya que he asumido la responsabilidad de no tomar medicación debería mantener la obligación de cuidar de mí misma, y eso es en parte justamente lo que quiero hacer. No quiero excusas para huir de mis miedos. Creo que a mi edad es hora de enfrentarme a ellos y entender de qué se tratan exactamente. Cuál es el enemigo que se cierne sobre mí, cuál es el precio que hay que pagar, el peaje para la tranquilidad. No quiero soñar con un día muy lejano en el que las cosas sean diferentes, me conformo con dominar el hoy y mañana.

Ya lo había dicho antes: las unidades de tiempo que más sentido tienen para mí son el hoy y el mañana. Todo lo demás se esconde en el ayer, porque el futuro a largo plazo no existe, no se siente, ni el hoy se recordará lo suficiente en ese futuro, así que no puedo contar con él. Sin embargo sí puedo hacerme responsable de cómo me siento hoy e intentar hacer planes para las próximas 24 horas. Mi mente planificadora no extiende cheques para más adelante. Siempre que he tenido planes me he dedicado a esperar a que sucedieran, y me doy cuenta ahora de que mi personalidad no funciona bien con un futuro como meta. Me agobio, me atrofio, me canso, me impaciento.

Veinticuatro horas no es tampoco suficiente tiempo para hacer todas las cosas que quiero hacer en un día. Para liberarme de mis cambios de ánimo, para soñar en grandes planes y levantar castillos de naipes en el aire elucubrando sobre aquellas situaciones que me garanticen la paz eterna, la inmensa felicidad. Siempre que llego al linde de una jornada me quedo corta y suspiro porque no parece que haya conseguido tocar todos los temas, todas las teclas que hubiera querido para irme a la cama con tranquilidad de espíritu. Pero tengo que aprender a retirarme antes de tiempo, rechazar la ansiedad y regocijarme en el hecho de que mañana puedo continuar lo que empecé hoy sin ninguna prisa por levantarme antes. Eso me permitirá disfrutar del presente o por lo menos tolerarlo, pero sin duda ir poco a poco aceptando y acertando con su medida, su estructura, su ligereza. Diez minutos pueden significar mucho o no significar nada. Pero eso ya forma parte del juego de la vida del que tampoco podemos ocuparnos.

Hoy me planteaba el sábado que estaba teniendo. No parecía un sábado perfecto, comencé a pensar en lo que le faltaba para serlo. De repente me di cuenta de que aquellas cosas extra que hubiera querido hacer, en teoría, en realidad no me importaban tanto. Pero la ansiedad a veces no te permite disfrutar de lo que estás haciendo. Si tuviera que escoger lo que hubiera preferido hacer hoy yo diría que en general estaba en mi mano el haber hecho cosas ligeramente diferentes, pero podía haberlas hecho, la gran mayoría. La diferencia estaba en haberlo pensado antes, haberme sentido capaz y haber emprendido la aventura de poner en marcha esos planes. El darme cuenta de eso me ha hecho sentirme muy bien de repente; capaz de gestionar mi vida y cercar las modulaciones del humor, dotada de la tremenda fortuna de disfrutar del presente y darle sentido a mi vida actual.

No quiero esperar a que el destino o la providencia ponga en mi camino momentos felices. Eso va a pasar independientemente de mi voluntad. Quiero tener en la parte volátil de mi memoria un pequeño programa que me ayude a gestionar esas cuarenta y ocho horas de vida, que son las únicas con las que ahora puedo presentir y expresarme. Dentro de ese tiempo tengo muchas horas copadas por pequeñas obligaciones y rutinas. El resto son simplemente pellizcos de descanso, osadía, curiosidad, descargas energéticas, novedades, reflexión, digresión, sorpresa ...

Mi idealismo me ha hecho pensar siempre de forma demasiado monumental, aparatosa y ahora lo que quiero es trabajar con aquello que puedo manejar y encontrarle el sentido a los ciclos diurnos. Mi mente funciona de forma cíclica y le dominan los ciclos renuentes y variados, tantos como un pequeño alternador trabajando a destajo día y noche. Mi día necesita variedad pero no grandes planes, de esa manera me resultará más fácil encontrarle el sentido a los diminutos pasos necesarios para conseguir un proyecto largo, por ejemplo.

Y aunque me resisto voy a tener que retirarme a descansar. Podría darle cuerda a la noche y continuar cinco o seis horas más, pero eso no me trae más que problemas. Voy a dejar que mi mente albergue esos conatos de acción como fertilizante para un mañana más hábil, fecundo y dúctil. Sólo tengo que recordar que hable mi intuición y expresar mi salvia.



Te

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