Ir al dentista

He dejado reposar mi estado ánimo dos días antes de ponerme a escribir el post sobre la aventura en la dentista. Básicamente para evitar términos como lahijadelagranputa, lapayasa o laretrasada. Algo impropio en un profesional de las letras como yo.

Llamada a las 13h: "Perdona, D, puedes venirte a las 18.30h en lugar de a las 19h?". Claro sin problemas.

18.50h. Salgo de la sala de espera: Perdona, ¿todo bien? Me habéis pedido adelantar la cita media hora... y son casi las 19h..., le espeto prolongando los puntos suspensivos y levantando las cejas.

Pinchacito leve para que no me duela el pinchazo de la anestesia. Pinchazo de la anestesia. Y a cambiar el empaste que se ha oscurecido con el paso del tiempo. Ya está. Me da el espejo.

Ehhhh, ¿y este pegote? no se corresponde con el tono de mi diente. Eso queda como un lunar. Uy es cierto, ahora con esta luz, se ve diferente... lo cambiamos.

Intento 2. Mismo resultado. Y la encía no para de sangrar. Me desespero porque ya no llego al estreno del documental The Cove, a las 20h, con invitación y cocktail vip posterior, acompañado por Toni.
"No, este color tampoco es, y me estoy poniendo nervioso". (Por no decirle de mala ostia).

"Bueno, tú tranquilo, vete a la sala de espera de nuevo. Esperamos a que cese el sangrado y probamos con otro tono". A3, A3,5 le oigo a la dentista. C4,Cnosecuantos, le aconseja la enfermera. Y la sangre que me sube a la cabeza calentita sigue encontrando su salida por la base del diente.

Intento 3. Intento 4. D, ¿crees que es éste? me pone un pegote sobre el hueco sin pulir. ¿O quizá éste? y coloca otro moñigo. "Mira chica, no tengo ni idea. Pero no estoy seguro de que el resultado que consigamos hoy vaya a mejorar el leve tono oscuro que había adoptado el anterior empaste".