
-Eh... buenas -le digo al mozo que acaba de pronunciar mi nombre desde la consulta de mi médico- te iba a decir la pregunta tonta ¿Nacho no está, verdad? (¿qué pasa, cuántas veces le habéis preguntado vosotros a una embarazada, oh, estás embarazada?).
-Sí, por todo el día. Está enfermo.
Me revisa la garganta y me dice que parece que no está yendo todo lo bien que debería y que hay un trozo de amígdala derecha. Y ahí empezó todo. El cable se me cruzó, noté el cortocircuito y sentí el vapor a presión saliendo por mis orejas a la vez que mi cara cambiaba a verde.
Me prepara un volante y me marcho a urgencias a La Princesa. Ya está, a echar la mañana ahora, es lo primero que pensé. Pero en menos de 30 minutos estaba en la consulta del especialista.
-Hola, vengo enfadado y desesperado ya. Hace más de una semana que me intervinieron, sigo sin poder comer nada sólido, estoy asqueado de pures fríos y papillas de frutas. Me he olvidado de los helados, porque ya me hacen un daño horroroso. Y para colmo, parece que no ha servido de nada este calvario, una operación cutre, porque me ha dicho el médico de cabecera que hay un trozo de amígdala derecha.
-¿Su médico le ha dicho que le hemos practicado una intervención cutre?
-No, eso se lo he afirmado yo. Hombre, si te parece muy normal que me intervengan para quitarme las amígdalas y me dejen un trozo de una...
La doctora Koipe intenta calmarme -ajena ella a que la parsimonia me pone más nervioso-. -No se preocupe, está cicatrizando lento pero está bien, y no hay trozo de amígdala, más bien parece inflamación.
-Ya claro, que me vas a decir.
Me subió la dosis del antibiótico y me cambió el analgésico.
-Perdona, ¿este analgésico se metaboliza hepáticamente? (Gracias, Pepi por enseñarme a hablar con esta propiedad tan técnica) Porque no me gustaría darle más tute al hígado.
-Pues no lo sé, creo que sí, pero no más que el paracetamol. Dame un minuto, ahora vuelvo, que voy a consultarlo.
Mañana vuelvo a ver al médico de cabecera para contarle la aventura. O mejor le paso el enlace de este post. Porque si se lo vuelto a contar, lo vuelvo a revivir y el cabreo me habrá durado... tres días.
Nota: El mal humor es síntoma de rapidez mental. Estar de mal humor y ser un gruñón son buenos síntomas y hacen pensar con más claridad, según un estudio australiano publicado en «Science», que investiga las emociones.