Hoy he estado con Dora. El motivo ha sido un periodista de provincias de buen ver. Qué flechazo al darle la mano, qué mano. Más alto que yo. Torete. Hablando a 20 centímetros de mi cara y mantiéndome la mirada. Qué subidón. Qué incomodidad. Mi mecanismo de defensa se ha activado. Voz más grave y silencios. He implorado a amigo Félix para que este mozalbete castellanoyleonés no percibiera mis pupilas dilatadas ni mi aniquilado plumaje.
Mientras, él, intuyo que ajeno a mi realidad, se desprendía de la piel de periodista y se cubría de la de friqui. Dando las gracias a su licenciatura en Periodismo por permitirle conversar con personas como la de hoy. Extasiado por el poder que otorga la información ha regresado a su redacción a dos horas de Madrid y se ha colgado la medalla de "en exclusiva" en un titular.
Fulanito, ¿cómo me haces esto?, le pregunto serio. Has venido a grabar para una noticia de televisión para el sábado. Te he sacado hueco de donde no había. Te he ofrecido información porque mañana no podrías estar en la presentacíón. Y vas y preparas un artículo y lo publicáis en la web hoy. Fulanito, esto no se hace...
He llamado al responsable de la cadena del área de interactivos para que por favor lo retiraran inmediatamente. Así ha sido. Fulanito se ha disculpado después por teléfono y me transmitido su orgasmo mientras entrevistaba. Hemos quedado en tomarnos un café cuando yo vaya por su tierra (Mazariegos, es la tuya), o "cuando yo vaya a Segovia, que mi novia vive allí y así nos pilla a mitad de camino". Gatillazo y lección aprendida. Lo decía Freud, uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla.
